Siempre te acompañaba allá donde fueses y compartía su
armonía contigo sin importarle tu estado de ánimo. Resultaba indiferente si
este era triste o alegre, animado o tranquilo, armonioso o disonante,…
A ella únicamente le importaba prestarte su musicalidad
para que tú hicieses lo que quisieras con ella.
Y es que a diferencia de las demás, su esencia era
distinta. Quizás con rasgos universales que iban más allá de las fronteras de
nuestra razón.
Desde un punto de vista antropológico, se podría decir
que nuestra especie ya la utilizaba hace muchos siglos atrás sin importar la
religión, ideología, cultura o filosofía de vida que se tuviese.
Por lo que le volvías a echar una mirada y una vez más despertaba
en ti una complicidad que rara vez encontrabas en amores platónicos…
Andrés García
No hay comentarios:
Publicar un comentario